pueblo abandonado

Abandonados

Durante el mes de julio, he tenido la suerte de trabajar en un proyecto increíble de la comarca de las Cinco Villas (Zaragoza).

He visitado todos y cada uno de sus pueblos llevando una foodtruck cargada de productos de alimentación elaborados en la propia comarca.

La verdad es que muchos pueblos ya los conocía, pero otros me han parecido totalmente sorprendentes. He descubierto rincones maravillosos.

Y lo que también he podido hacer es hablar con mucha gente. Gente que vive en pequeños pueblos destinados a desaparecer si no hacemos algo, aunque para algunos ya es demasiado tarde.

Los testimonios

Estuve en un pueblo en el que vivían 8 personas. Una señora me contaba que ella era la más joven del pueblo y ya pasaba de los 70. En la pandemia se habían acercado un par de familias, pero no les convenció lo de seguir viviendo en un pueblo sin servicios, por lo que se habían ido a otro pueblo más grande. Me decía, entre lágrimas, que ese pueblo quedaría vacío en 10 años, bien porque se muriesen los ancianos habitantes o porque las familias optasen por llevarlos a residencias más cercanas a su ubicación.

Un señor muy mayor me contaba, con temblor en la voz, que él tenía tres hijos varones. Había comprado mucha tierra en su juventud para que pudiesen vivir los tres hijos de la tierra, pero que ya no daba. Llevaba todas las tierras uno solo de los hijos y menos mal que tenía el trabajo de su mujer para poder vivir. Y toneladas de cebada sacaban más que cuando él los compró, pero que pagaban cuatro perras y era inviable vivir del campo.

Otra señora me contaba que los hijos se la quería llevar de allí. Vivían fuera y la iban a ver un fin de semana cada hijo. La recogían y la llevaban a comprar a Sangüesa, ya que en su pueblo no había tiendas. Pero claro, los hijos vivían lejos y tenían sus vidas, para ellos era más cómodo que se fuera ella. Se lo estaba planteando, pero no quería renunciar y cerrar la casa que tanto esfuerzo le había costado levantar junto a su marido fallecido, en la que había criado a sus hijos.

Una anciana me contaba que su hija se había querido quedar en el pueblo, que se había casado y se habían quedado allí. Pero cuando los hijos fueron creciendo… tuvieron que irse. Los niños necesitaban estar con otros niños, no podían estar aislados, sin una triste piscina en la que refrescarse en verano.

En un pueblo me contaban lo orgullosos que estaban de haber podido mantener su escuela con cuatro niños, pero no siempre había clases. Cuando helaba o nevaba, la profesora no podía subir el puerto y los niños se quedaban sin clase durante unos días.

Mis conclusiones

Podría estar contando anécdotas varios días, pero en el fondo, todas se reducen a lo mismo, hemos abandonado a nuestros pueblos y a sus habitantes. Cuando una casa se cierra, ya nunca más se abre.

Y esto solo lo sé yo??? No creo, pero lo que sí que creo es que falta que se nos escuche a las personas que vivimos en los pueblos, que no se tomen decisiones sin contar con nosotros.

Que está muy bien poner fibra, pero tal vez en un pueblo en concreto, la fibra no sirve para nada y sería más útil poner un servicio de transporte para que puedan ir a comprar, verdad???

Pues el servicio de transporte no lo tienen, cobertura de todas las compañías tampoco, pero han instalado una fibra que deber la releche, aunque ninguno del pueblo la utilice.

Qué haría yo???

Escuchar y actuar según sus necesidades. Solo hay que darles un par de horas para que ellos te cuenten lo que necesitan y, en vez de enviar un millón de euros a Etiopía para el empoderamiento femenino y la resiliencia socioecológica de la cadena de valor del café al cambio climático, destinemos esos recursos en ayudar a esas personas que quieren seguir viviendo en los pueblos que les vieron crecer, que son nuestros abuelos, nuestros padres y tal vez algún día seremos nosotros.

Eso y no poner tantos palos en las ruedas, que cada día es más y más difícil emprender en un pueblo, y no solo por la falta de internet.

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